Amaia Bakaikoa Urrutikoetxea, es una sexóloga bilbaína, que pasa su consulta en la calle Campo Volantín de Bilbao y es habitual poderla escuchar en "Radio Euskadi".
Tuve la fortuna de leer su extraordinario y completo artículo: “Cada 7 horas se produce una violación en nuestro país”.
Le pedí una introducción, y permiso para publicar su documento en “Bilbao: Desde dentro”, y así me dijo.
"Los profesionales de la salud presenciamos estas realidades brutales en nuestra labor clínica diaria y nos sensibilizamos con ellas.
Y creo que es importante transmitirlo, para visibilizar algo que la sociedad trata de ocultar, mirar hacia otra parte y minimizar... Incluso a veces, y de forma nada sutil, culpabiliza a la víctima.
De ahí que muchas decidan no denunciar e incluso padezcan sentimientos de culpa tan intensos como injustos. Mi respeto afectivo y solidaridad con todas las víctimas de violación, abusos sexuales, maltrato físico y psicológico, mutilación genital, micromachismos...
Y, por supuesto, un recuerdo, como homenaje, a quienes ya no están porque fueron asesinadas.
La desigualdad es la causa y la igualdad es la solución."
"Cada 7 horas se produce una violación en nuestro país.."
Este dato se refiere solo a agresiones sexuales con penetración; no incluye los innumerables y brutales abusos sexuales en los que la mujer no llega a ser penetrada.
Tenemos la creencia errónea de que el violador o agresor es un tipo desconocido y enfermo (que lo es); pero tenemos que saber, que el mayor número de estos horribles crímenes tienen lugar en el entorno familiar más cercano a la víctima; lo cual tiene importantes implicaciones (chantajes, silencio, no denuncia,culpa, desarrollo psicoafectivo perverso...).
Trabajar en terapia con violadores y agresores, es de las cosas más complicadas que me ha tocado hacer en mi labor clínica como terapeuta. Supone enfrentarte a un difícil trabajo de elaboración previa, para dejar fuera los sentimientos de repugnancia que me producen estos individuos... pero se consigue; y siempre con la esperanza de que el tratamiento sea exitoso y les sirva como aprendizaje de vida, para ser conscientes del daño causado, intentar repararlo, no reincidir y además incorporar valores de igualdad de géneros, cuya carencia está en la base de las agresiones y violaciones.
Mi primer caso clínico, a quien ayude en terapia en mis inicios, así como el último de hace unos días, fueron dos mujeres víctimas de violación.
Y entre ambos, he tratado otros muchos casos de niñas y mujeres de todo tipo y condición, que han sufrido en su propia piel, el síntoma más evidente de una sociedad machista enferma y perversa, que daña cruelmente a quienes dan vida.
Una sociedad que erotiza desmedidamente el cuerpo de la mujer y lo convierte en objeto sexual pasivo y sometido , y no en sujeto sexual, activo y libre.
Y al mismo tiempo, esa misma sociedad demoniza el cuerpo femenino.
Todo esto está en la base del pensamiento enfermo de estos individuos desviados sexuales; que se creen con el derecho a usar esos cuerpos como un objeto de su propiedad.
Una violación no es nunca un acto sexual; es siempre un acto de poder prepotente y de agresividad bestial...poco que ver entonces con la sexualidad.
La utilización que se hace en las guerras de ella, es la prueba más evidente de esto...
Y como acto brutal que es, las consecuencias que produce en las víctimas son desgarradoras.
Aparece normalmente el estrés postraumático, en el que reviven constantemente el hecho traumático, pesadillas, miedo, ansiedad, vergüenza y culpa (de forma increíble, a veces se sienten responsables de lo ocurrido...por qué será???).
Son vivencias tan terribles, que recuerdo, que con la inexperiencia profesional de mis comienzos clínicos, cuando terminaba cada consulta con aquella primera paciente víctima de violación, yo no podía dejar de llorar profundamente. Me sentía incapaz entonces de poner la distancia afectiva necesaria en la ayuda terapéutica profesional, al ver tanto dolor y sufrimiento...
Mi solidaridad con todas las mujeres; todas víctimas potenciales...
Pero en especial y con gran afecto, a todas las que lo habéis padecido en lo más sagrado e íntimo que tenemos, nuestro propio cuerpo, el que contiene nuestras vivencias, nuestros pensamientos y nuestros sentimientos; y el que debería darnos placer y disfrute, y no daño y dolor....
Para Leire, Iratxe, Pilar, Virginia, Itziar, Marta etc. etc...os llevo siempre en mi pensamiento y en mi corazón.
Gracias Amaia.
(Fotografías: Amaia Bakaikoa)